PAKISTÁN
Buitres después del diclofenac Por Zofeen Ebrahim *IPS/IFEJ
KARACHI, Pakistán, mar (IPS) - "La idea de que los buitres picoteen
mi cadáver no me hace ninguna gracia", dice la escritora pakistaní Bapsi
Sidhwa, residente en Estados Unidos, en alusión al rito funerario parsi de
dejar a los muertos al aire libre.
"Hay muchos parsis como yo en Pakistán y en India
deseosos de que desaparezca esa costumbre anticuada", dijo a IPS. La
población de buitres disminuye con rapidez en esta región, una señal de que
el sueño de Sidhwa pueda hacerse realidad.
La comunidad parsi desciende de los persas de religión zoroástrica, que
emigraron a India y Pakistán hace más de 1.000 años. El fuego y la tierra son
considerados elementos sagrados para ellos y no pueden ser contaminados con cadáveres.
Enterrar o cremar personas son prácticas inaceptables para esa comunidad que,
según la costumbre, entrega sus muertos a los buitres colocándolos en lo alto
de una montaña o en las llamadas "torres del silencio", construidas
especialmente para el rito.
"No hay suficientes buitres para comer a los muertos", remarca Cyrus
Cowasjee, trabajador del transporte. Hace 15 años, él propuso construir un
crematorio para su comunidad en esta meridional ciudad portuaria pakistaní,
pero la oferta fue rechazada por los miembros más ortodoxos.
En Karachi viven unos 2.500 parsis. La mayor comunidad, con unas 70.000
personas, se encuentra en la occidental ciudad india de Mumbai.
Además de lo terrible del rito, Cowasjee y Sidhwa destacan los problemas que
implica dejar cadáveres a merced de los buitres en una abarrotada metrópolis
como Karachi.
"A uno le gustaría hacer lo correcto desde el punto de vista ecológico",
indicó Sidhwa, "pero es una costumbre que no surgió en ciudades
superpobladas".
Desde la independencia del Imperio Británico, en 1948, la comunidad parsi de
Pakistán disminuyó de 10.000 personas a las 2.500 de hoy, pero aún así
"no hay suficientes buitres", apuntó Cowasjee.
El problema es más grave en Mumbai porque mueren unos tres parsis al día. La
comunidad debió instalar reflectores solares gigantes en las torres del
silencio para acelerar la descomposición de los cadáveres.
Pero los parsis no son los únicos perjudicados por la disminución de buitres.
El ave rapaz tiene un papel importante en la cadena alimentaria y oficia de
desinfectante de la naturaleza, lo que, al parecer, fue reconocido por los zoroástricos
hace 3.000 años.
Su desaparición tendría graves consecuencias económicas, culturales y
sanitarias, según especialistas. Dos de las siete especies de buitres, el
dorsiblanco africano y el bengalí, están consideradas "en grave peligro
de extinción" según la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (UICN).
El director de programa para África de la organización estadounidense The
Peregrine Fund (El Fondo Peregrino: TPF por sus siglas en inglés), Munir Z.
Virani, señaló que "cada especie ocupa un nicho ecológico específico".
"Los buitres son devoradores especializados que hacen desaparecer un cuerpo
en pocos minutos y sólo dejan los huesos. Si no fuera por ellos, los cadáveres
se pudrirían y desarrollarían organismos causantes de ántrax y
botulismo", explica.
El misterio de la disminución de buitres en Asia meridional fue resuelto por
Virani, quien dirigió una investigación en la occidental provincia pakistaní
de Punjab tras la primera identificación del fenómeno, en 1997, por la
Sociedad de Historia Natural de Mumbai.
"En abril de 2003 descubrimos que el buitre dorsiblanco africano se estaba
muriendo a causa del diclofenac de uso veterinario", relata Virani, quien
ahora trabaja en la sección de ornitología del Museo Nacional de Kenia.
El diclofenac es un analgésico que los veterinarios suelen dar al ganado
enfermo.
Puede haber otras razones para la disminución de buitres, pero Virani atribuye
el fenómeno registrado en Asia meridional a la ingesta de ganado muerto que había
sido tratado con diclofenac o diclofenaco, un analgésico y antiinflamatorio.
"Durante cuatro años recogimos buitres muertos a diario y estudiamos unos
1.000 ejemplares", explica.
El TPF descubrió que 80 por ciento de las aves muertas tenían "gota
visceral", una disfunción renal que segrega una sustancia de ácido úrico
calcárea que envuelve los órganos. Pero los científicos no terminan de
entender cuál es la causa de la enfermedad porque, para su perplejidad, no
encontraron pruebas de agentes patógenos.
El hallazgo fue realizado en diciembre de 2002, tras la muerte de un buitre en
un zoológico de Estados Unidos que había sido tratado con un antiinflamatorio
no esteroideo como el diclofenac, indica Virani. "Nuestro estudio reveló
que el diclofenac suministrado por los veterinarios al ganado causa la gota que
mata a los buitres".
El fármaco fue prohibido en 2006, pero los ambientalistas temen que se siga
usando en Asia meridional.
"Se encuentra en pequeñas localidades de este país", dice a IPS Uzma
Khan, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) de
Pakistán, en entrevista telefónica desde la oriental ciudad de Lahore.
"WWF, UICN y otras organizaciones no gubernamentales lanzaron una intensa
campaña para prohibir el medicamento. Sostuvimos que había que retirarlo del
mercado, pero no podíamos hacerlo, por lo que esperamos que el gobierno nos
respaldara", señala Khan.
Pero aún es fácil conseguir diclofenac porque la prohibición no fue bien
implementada.
"Envíe muchas cartas al Ministerio de Salud, a sus dependencias
provinciales y a la junta de control de fármacos y nunca recibí ni confirmación
ni acuse de recibo", indica Khan.
WWF creó una pajarera de reproducción para salvar al buitre dorsiblanco
africano en Chan Manga, un bosque artificial a 70 kilómetros de Lahore.
Khan tiene esperanzas en una pareja que comenzó a anidar, pero puede pasar un año
antes de que se reproduzca, y otros cuatro para que los pichones maduren. Los
buitres ponen un solo huevo al año, pero en cautiverio, si se le saca, pueden
llegar a poner otro.
"Todavía se pueden salvar, pero sólo si se elimina el diclofenac de la
región", apunta Khan. Una tarea plagada de obstáculos como la resistencia
de las compañías farmacéuticas.
El gerente general de Star Laboratories, Shabbir Ahmed, entabló una demanda por
la prohibición. "No vamos a descansar hasta que el medicamento no vuelva
al mercado", dijo a IPS en entrevista telefónica desde Lahore.
Ahmed cree que las conclusiones del TPF son erróneas. "La disminución de
la población de buitres se debe a que no tienen suficientes cadáveres para
alimentarse".
Además, los humanos seguirán usando el diclofenac, pese a la prohibición para
uso veterinario, una preocupación que comparte Khan.
Es importante fomentar el uso del símil "meloxicam". "Es un poco
más caro, pero se abaratará si es empleado a gran escala".
El fármaco se usa en Nepal sin que haya registros de daños para las aves. Otra
innovación nepalesa es el "restaurante para buitres", creado en
Kawasoti, 100 kilómetros al sudoeste de Katmandú, donde pueden alimentarse de
animales muertos no contaminados.
La no gubernamental Sociedad de Desarrollo Dharti creará un
"restaurante" similar en la zona montañosa de Karonjhar, en la
provincia pakistaní de Sind, en colaboración con el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD).
"La mortalidad de los buitres puede disminuir de forma significativa si su
alimento no contiene diclofenac", subraya Virani.
Pero los restaurantes son, como mucho, una "medida provisoria", no una
solución real para la preservación de los grandes y torpes buitres, según
Virani. Sólo funcionan en la época de cría porque "los pichones los atan
al nido".
Cuando termina la temporada, las aves se dispersan y es muy difícil impedir que
coman animales no contaminados.
Virani se fue de Pakistán porque, según dijo, "no hay más buitres para
estudiar". "Me temo que el gobierno los abandonó. No actuaron a
tiempo", señala.
Ahora las esperanzas están puestas en Karonjhar, donde se ven con frecuencia
las dos especies en peligro de extinción.